Carlos Quenaya
Leer poesía significa paladear, imaginar, escuchar, tornar la movilidad oculta de la página en borrachera continua, conmovido estupor y goce secreto. La lectura poética nos reclama con vigor, convoca lo más propio de nosotros arrastrándonos al centro de un rito celebrado en soledad y silencio. Roberto Juarroz decía que la poesía es el arte de lo indecible. En los días que corren, sin embargo, estamos más acostumbrados a escuchar el parloteo, la exhibición narcisista y esquizoide de "artistas" con más o menos talento; pero ¿y la poesía? Lo que intento defender en estas páginas es que la escritura poética implica, fundamentalmente, un trabajo de cara al silencio. En pocos poetas se comprueba que callar, que estar a la escucha, es el ejercicio primordial de la escritura poética. El silencio, entonces, hay que merecerlo; pues el silencio dice y necesita decirse. Pero ¿qué clase de trabajo se precisa para llegar al poema?, ¿cómo se dice lo indecible?
Estas preguntas nos colocan desde el inicio frente a una valla muy alta, como si al empezar nuestra excursión tuviéramos que sortear una monstruosa cadena de montañas. Es imperioso, pues, orientarnos antes de avanzar. No nos amilanemos y comencemos a explorar algunas de las cosas que dijeron ciertos poetas sobre su oficio, ¿cómo escriben?, ¿de qué modo llegaron a escribir esos poemas que nos apasionan?
el silencio hay que merecerlo. DE putamadre esa frase. a veces pienso que la poesìa se manifiesta tambièn en textos que no necesariamente son poemas en sentido formal.
ResponderEliminardecir el silencio sin hacer uso del silencio, porque el silencio
puede ser tambien un lugar totalmente ocupado por palabras, donde no cabe nada màs, ni el vacìo, ni siquiera el movimiento.
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